14 de febrero de 2014

Trascendental.

Mi sentir, en magnitud, rebasa a las palabras con las que un ser humano cualquiera como tú, e inclusive como yo, pudiera describirlo.
Vivo cada día para morir por ti, cual paradoja. Vivo cada día con los labios secos, los puños cerrados y la respiración compensando a la adrenalina que me invade a cuerpo entero por ti. Vivo cada día en angustia.
Y aun si la ráfaga de sentir es vana una vez que mis pies tocan tierra (y dejas de hacerme volar), me evade una nostalgia infantil y sincera que siento de mis ojos hacia ti. Podría llorar luego de acabarte. Podría llorar, podría temblar, podría abrazarte. Me recuerdas en tus pupilas mis recuerdos mejor guardados en penumbra, me recuerdas a mí y me recuerdas a Dios sin siquiera mirarte.
Mis brazos se vencen a sí por no poder rodear tu cuello. Mis manos te estrujarían, te arruinarían, te arrancarían. Mas, de tanto, en mis lágrimas, yo te sonreirá.
Desbordo crueldad por una hermosura, desbordo maldad por una pureza.
Pero no espero que tú lo entiendas. No espero que jamás logres pensarlo ni siquiera comprenderlo, esbozarlo o notarlo.
Siento algo inmenso, por alguien pequeño. Siento algo glorioso, por alguien poco complejo. Siento yo incendio, por alguien que juega con fuego. Llevo al infierno dentro, por un simple mortal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te pareció?