14 de febrero de 2014

Querido mío.

Apenas mi ritmo cardíaco se estabilizó luego de lo que pasó.
Porque ocurrió para mí también. Aunque lo dudes, lo niegues, no te lo imagines o te parezca extraño.
No supe qué decir. Me fui.
Ahora mismo estoy fuera. Y no voy a regresar. Es mejor así. Te llamo por la mañana, ¿qué te parece?
No puedo quedarme, no estoy acostumbrada. Ni siquiera contigo ni bajo las bizarras circunstancias que nos ponen a pensar en la belleza de una muerte ante apenas metros de uno que otro majestuoso cuerpo celeste.
Pero eso será por la mañana. No puedo quedarme.
No puedo quedarme por miedo.
Cuando uno se queda, está al principio en silencio y es cuando vienen los pensamientos. Es cuando se cuestiona y, en mi particular caso contigo, se enoja.
El silencio me da pie a pensamientos externos. Lo que deberían de ser dos, se convierten en tres. (Y el miedo de que tú lo quieres así. Consuelo de que ella es guapa y yo soy linda.)
El silencio también es traicionero. El silencio te trae recuerdos. Rencores y, sobre todo celos me hacen despreciarte.
…o no volver a hablarte. ¿Y si no llamo por la mañana?
Eres bueno, y yo tan mala.
Los hombres lo consideran atractivo. Una mujer con quien cruzar el límite. Una mujer que quiere buscar justo eso: un límite, algo que la detenga; algo que para mí jamás ha habido.
No debería decirte esto. Te lo escribo. No podría enunciarlo fácilmente.
Sé mi límite y deténme.
No. Olvídalo. Olvida que dije esto. Olvídalo. Olvídame a mí.
Sé mi límite, deténme, y llena los silencios. Habla. Habla incluso cuando te calle. Y, por favor, no me dejes pensar. No me dejes odiarte.
…aun si ya lo hago.
Contigo no podría, ¿sabes? No es tan fácil compartirte. Yo no quiero compartirte. Yo quiero extenderme por toda tu mente.
Es enfermo quererte mío, desearte mío, odiarte mío, llorarte mío, gritarte mío y saber que nadie pertenece a nadie. Ni siquiera a sí mismo ni a la vida que tiene encima.
Tal vez así, pueda enmendarte y amoldarte. Y lo pienso con un cigarro en la mano. Sólo uno. El primero. El único.
La cajetilla no me alcanzaría si estuvieses aquí. Terminaría por arrojártelos a la cara. Abofetearte e irme.
Así. Así te quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te pareció?