12 de febrero de 2014

Busco a un hombre que no existe.

Quiero encontrar a un hombre inocente (si es que eso es siquiera posible). Quiero encontrar a un hombre que no tenga malas intenciones, sino un buen tema de conversación bajo la manga de una camisa elegante. Quiero encontrar a un hombre con ojos de niño pequeño, pero brazos y voz de hombre adulto.
Quiero encontrar a un hombre que se ponga nervioso. No cuando siente que las mujeres con quienes estaba jugando lo descubren, sino cuando ve a una. A la Mujer, con mayúscula, que le quita el sueño y detiene sus latidos a la vez que los acelera en tan sólo un segundo.
Quiero encontrar a un hombre con principios. Que sepa que la vida es una cosa, y que el Xbox es otra.
Quiero encontrar a un hombre que no diga “vieja”, que no diga “chichis”, que no diga “coger”. Quiero a un hombre que diga “chica” e incluso “hacer el… Ya saben, esa odiosa palabra de cuatro letras que se atora en la garganta hoy en día: “amor”. Quiero a un hombre que no tenga por qué hablar de los senos o el trasero de una mujer, que logre ver más allá de la vista, que abra su mente.
Quiero encontrar a un hombre que no califique a las mujeres, que no las desvalide sólo porque su aspecto físico no le provoca una erección instantánea. Quiero encontrar a un hombre que valore inteligencia y calidad humana.
Quiero encontrar a un hombre que no sea parte de toda esa palabrería masculina. Quiero encontrar a un hombre que sea capaz de aceptar que no es tan despreciable, tan machista, tan misógino, tan inmaduro, tan asqueroso, tan primitivo, tan detestable. Un hombre que sea capaz de exponerse a sí mismo, asertivamente, sin necesidad de esconderse asustado bajo fachada de patán. Un hombre que sea capaz de mostrar su rostro en lugar de esa máscara que todos usan, aquella en la que sentencian sólo importarles el sexo y las mujeres que lo incitan o con ciertas características físicas en particular en las que tú no embonas.
Quiero encontrar a un hombre al que le urja amor y no sexo. Quiero encontrar a un hombre que no diga: “Necesito coger”. Quiero encontrar a un hombre que sueñe con que la mujer que quiere le llene el rostro de pequeños besos con lápiz labial.
Quiero encontrar a un hombre que me diga que el mundo no es negro, hostil, inútil, vano y desconsiderado. Quiero encontrar a un hombre que me demuestre que estoy equivocada al pensar que el amor no existe.
Quiero encontrar a un hombre de una sola mujer. Pero no sólo eso. Ya no es suficiente con que esté con una sola mujer. Que la quiera, pero por lo que hay en el interior (y no sólo de su ropa). De nada sirve un hombre que está con una sola mujer utilizándola tan sólo por sexo y por la comodidad de no salir a buscarlo en alguien más. De nada sirve un hombre tan vacío que no pueda llenarte no el cuerpo, sino la mente (porque el alma y el corazón todas las mujeres de este siglo ya los tenemos demasiado huecos).
Quiero encontrar a un hombre que sea capaz de amar. Quiero encontrar a un hombre con sentimientos. Quiero encontrar a un hombre al que le importen verdaderamente las cosas que deberían importarle. No sólo por moral, no sólo porque cree deber hacerlo o para conquistarme, sino porque a él realmente le importa.
Quiero encontrar a un hombre al que no le gusten las rubias, ni las extranjeras, ni las celebridades, ni las modelos, ni las edecanes, ni los implantes, ni la pornografía, ni la cerveza. Quiero encontrar a un hombre que sea capaz de rechazar una resbalosa, con una sonrisa de satisfacción por ir a  perderse en los brazos de la mujer que ama.
Y lo quiero para lo que sea. Lo quiero en mi vida aun si sólo puedo ser su amiga, envidiar a la mujer que tome su brazo, jugar con sus niñas y contarles cuentos hasta que se duerman para luego llorarle a su padre que ojalá hubiesen más hombres como él. Lo quiero en mi vida aun si jamás puedo ser la puta que todos desean en la cama con él. Lo quiero.
Sí, sé que ese hombre no existe. Todas lo sabemos. Y, sin embargo, muchas se conforman. Las veo recibiendo flores con tal de presumir a sus amigas que tienen al “hombre perfecto” a su lado mientras ellos mismos presumen a los suyos, bajo un lenguaje grotesco y escaso, que ya amanecieron a su lado. Las veo sonriendo cuando deberían estar llorando.
Sé que un hombre como el que yo busco no existe. Porque el hombre al que nosotras estamos acostumbradas, yo no lo considero hombre. Yo considero que es un ser desagradable al cual cualquiera puede meter en la cama y sacar de su vida luego de menos de una hora e irónicamente “enamorarlo”, como si tuvieran siquiera la más mínima idea de lo que eso significa. ¿Cuál es el punto? Es tan fácil.
Quizá todos sean así y quizá algunas se conformen, pero no yo. No me conformo con “el menos peor” ni con un imbécil que tan sólo esté guapo, pero en realidad sólo sea un fracasado. No me conformo con un farsante. No me conformo. Busco a un hombre y no a otro de tantos al que nosotras mismas le hemos permitido darse aires de grandeza. A un hombre de verdad.
A un hombre que seas tú.

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