6 de agosto de 2015

Arriesguémonos, entrégate, sucédeme.


Otro año de levantarme descalza y sentir la duela fría, de bajar a no desayunar y subir mis expectativas. Otro año de ver el reloj y recordar que lo adelanté diez minutos para que no sirva de nada, de no saber combinar mi ropa y salir faltándome todo menos los audífonos y la canción al azar que siempre resulta ser perfecta. Otro año de sonreír porque es lo que me sale mejor, de sorprenderme porque las nubes ya nunca tienen forma pero así me gustan más, de perder aretes en los viajes largos, de escribir para calmar demonios, de dormir pensando en nadie.

Pero para variar, podría no levantarme descalza, desayunar algo, salir a tiempo de casa y escucharme cantar una melodía que me recuerde a ti. Podría inventarle formas a las nubes, para que no las encuentres y mejor me abraces fuerte y me dé por sonreír. Podría leerte, escribirte,  dormir contigo y soñar en ti.

Sí, que este año sea de riesgos. O sea de amor, o sea de entrega, o sea de ti. Que me hagan reír tus peores chistes, que alivies mis pies fríos con palabras queditas, que me den ganas de cocinar y resulte lamentable y te burles de mí con un beso en la frente,  que la cama no alcance y nos bajemos a la alfombra y nos subamos al sillón, que le tome fotos a todas tus caras graciosas, o de indiferencia, o de placer, que me aprenda de memoria tus anécdotas y te pida que me las vuelvas a contar, que me digas “esto no lo sabe nadie” y yo guarde el secreto donde va lo que no se olvida. Que me tomes de la mano y a mí se me olvide el nombre, la fecha, o la ropa que llevo puesta. Que confíes en mí como yo confío en ti, porque estando juntos nos da por pensar que somos lo mejor nos hemos permitido que suceda, y al no tenernos, sabemos que no hay mejor futuro inmediato que volver a escucharnos reír.

Que me quieras, que te cuide, pero sobretodo que dure.

Si no con el tiempo, nos vamos a recordar cuando volvamos a algún lugar, en el nudo en la garganta que no querremos deshacer al escuchar una canción, en las madrugadas primeras de cada mes que te recuerden que algún día me llevaste a casa y no había luna, en los cuentos que nunca fuimos y las decisiones que no hacen arrepentir. Y en los momentos eternos que eran un minuto, porque la noción se perdía, el presente se abrazaba y nosotros sólo queríamos seguir besándonos con la luz apagada.

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