8 de julio de 2013

Permite que suceda.


Hay caminos tan inciertos como trazarlos sobre arena, hay piedras que insisten en hacernos caer, ramas viejas que esconden recuerdos hirientes y cielos grises que nos pesan cual ropa empapada que nos impide dejar ir. 


Existen amores que terminan desde que nacen, consejos que llegan a estrujarte por dentro, orgasmos que nunca se convierten en sentir, placeres que después de tres noches se vuelven necesidad.


Pero tú representas esa levedad que adormece a mis tormentas, esos espasmos de pasado que se alivian con tu voz, ese equilibrio, esa tregua en mi interior.


¿Por qué querrías irte? ¿Por qué no habrías de permitirme llegar? Soy lo que no has vivido, el motivo perfecto para tomarle nuevas fotos a tu presente, la razón suficiente para caminar descalzos en un lugar que no habríamos pisado jamás, la excusa innecesaria que darás cuando pregunten por el brillo en tu mirada, el vuelo hacia el ensueño que emprenderás después de algún suspiro sin intención.


Así que no anticipes mi dolor, no predigas sufrimiento. No dejes que fluya más verdad que la de estas manos, que sin soltarse guardan un amor en inocencia, un universo para dos.


Deja que nuestros besos lo discutan todo, que las caricias debatan hasta la extenuación, que la humedad de nuestros cuerpos disipe dudas, y nuestras respiraciones en sincronía acuerden eternidad.


Deja que nos sorprenda de manera auténtica lo común y que todas las banquetas recuerden la seguridad de nuestro andar. Que no haya risas más sinceras, ni silencios más cómodos, ni lugar mejor para la dicha compartida que todo cuanto deseemos conquistar.


Permite que suceda. Permite que en cada paso hacia lo cotidiano, reinventemos hasta lo incierto.

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